lunes, 23 de mayo de 2011

Todo lo bueno se hace esperar

No me suelo considerar una persona afortunada, ni con suerte, jamás he ganado un sorteo, ni me ocurren cosas extraordinarias pero, hace ahora mismo casi un año, me encontré en el lugar adecuado en el momento adecuado. Sin todavía saberlo, me había tocado el mejor de los premios, la “Beca Destino”, solo su nombre ya resultaba atractivo.

Todo comenzó durante la fiesta de graduación de mis compañeros. En una embriagada conversación entre aquellos a los que, por desgracia, todavía nos quedaba un añito más de universidad. El tema, la ansiada necesidad de desaparecer, de viajar algún lugar remoto, de vivir una experiencia erasmus o similar. Fue en ese momento entonces, cuando uno de esos colegas caracterizado por encontrar chollazos nos habló a unos cuantos sobre la famosa Beca Destino. Más de 10 países diferentes, 20 plazas para los más rápidos y sobre todo, para los más afortunados. Tuve suerte, madrugué, la causa lo merecía.  Casi 15 días después publicaron las listas, ya era mía, tenía en mi poder una plaza para cursar un año en alguna universidad de Sudamérica.

Mi primera elección, Valparaíso, a 100 Km. de Santiago de Chile, en la costa del Pacífico, un lugar pequeño pero con muchísimo encanto. Tan solo el nombre ya  resultaba tentador, durante más de seis meses, me documenté, investigué, y pensé que allí viviría mi último año de carrera, sin embargo, ese no era el lugar que el destino tenía preparado para mí. Deficiencias burocráticas, incompetencias varias, el caso es que tras serios problemas entre las universidades, y cuando más negro pintaba el asunto, todo se resolvió. Lograron reubicarme a última hora en otro país y tras varias semanas de incertidumbre, la Universidad Nacional de Misiones me aceptó. Ahora sí, Argentina me esperaba.

Posadas, capital de Misiones, una de las provincias más pequeñas del país. Situada en extremo nordeste de Argentina y triple frontera con Brasil y Paraguay. Famosa por albergar maravillas naturales como las Cataratas de Iguazú, pero también con un 30% de su extensión de territorio selvático. Un destino cuanto menos seductor, aunque he de reconocer que mi miedo iba en aumento.
El tiempo corría en mi contra, mi máxima meta, conseguir información del lugar, hasta entonces, totalmente desconocido para mí. Inseguridades, nervios, dudas, más nervios… y de repente un alo de esperanza. María, como la virgen, ¡así se me apareció! jejeje. Otra de las ganadoras de este estupendo sorteo que nos tenía preparado el destino. Ella fue la mayor de mis alegrías. Esta aventura me había regalado una compañera de batallas y la verdad es que, ni hecha a medida, y sino ¿qué me digan a mi a cuantas personas les gusta desayunar una coca-cola light acompañada de un cigarrito? Jejeje
La relación que ahora nos une es indescriptible, pero en aquel entonces éramos dos locas, totalmente desconocidas y muy acojonadas. Un tuenti, varias llamadas y una coca-cola light en una gasolinera durante 20 minutos de confesiones bipolares fue todo lo que nos hizo falta para saber que los próximos meses seríamos siamesas.

La fecha de la partida se iba acercando. Vacunas, pasaporte, visado, seguro médico, billetes de avión…todos los trámites en orden para comenzar la semana de las mil y una despedidas. La de los compañeros de trabajo, de uni, de amigos y familiares y cuanto menos tiempo faltaba más nerviosa e indecisa me encontraba. Menuda decisión tomé al echar la solicitud aquel día, no hacía más que pensar y pensar en que quizá estaría cometiendo una locura, pero una locura a más de 14.000 km de distancia de mi vida y la cual no tenía vuelta atrás.
No había lugar para el arrepentimiento, llegaba la hora y tenía que cruzar el charco yo solita. Un viaje Alicante-Madrid en coche, una durísima despedida de la familia en Barajas, muchas lágrimas una mezcla extraña de sentimientos y por fin rumbo a Buenos Aires. Comenzaba mi aventura en Argentina.

YAIZA VIVAS



1 comentario:

  1. y una sonrisa desde Gandía.
    que seais siempre MOLT FELICETES.

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